01 Jun Antonella Di Ciano
En la vía que comunica el pueblo de El Hatillo con Turgua, Antonella Di Ciano y sus colaboradores detienen su caravana de camionetas para saludar a varios de los habitantes de la zona. Antonella los conoce por su nombre: pregunta por su salud, si están siguiendo el tratamiento médico y si les hace falta alguna medicina. A alguno le pide que suba a su vehículo cargado de comida y agua potable para llevarlo a su destino. A solo 45 minutos de Caracas, Turgua es una de las comunidades rurales más grandes y desasistidas de la capital. Con más de 50.000 habitantes, los problemas que aquejan a esta población son múltiples: transporte público intermitente, inseguridad, desempleo y servicios básicos deplorables. Sin embargo, desde hace 2 años, esta joven venezolana a punto de graduarse de la escuela de Estudios Internacionales de la UCV, se aboca en cuerpo y alma para ayudar a la población infantil de esta comunidad. A través de “Proyecto De la mano”, una organización sin fines de lucro que dirige, Antonella canaliza y coordina el trabajo y la ayuda de una veintena de fundaciones que hacen labor social en nuestro país en jornadas médicas, odontológicas y nutricionales que han atendido hasta 600 niños en un mismo fin de semana.
Premiada por el Concurso Ideas en el 2015, Antonella hace labor social desde que tiene 15 años. De lunes a viernes ejerce su profesión en una embajada extranjera como oficial de economía con la responsabilidad de impulsar el desarrollo de proyectos sociales y políticas públicas. Los fines de semana es pilar fundamental de una comunidad que sufre severos problemas de desnutrición y salud. Cuenta Antonella que la Fundación De la Mano comenzó atendiendo a personas con discapacidad para ofrecerles oportunidades socio-laborales. Sin embargo, vistas las necesidades que tenía, especialmente la población infantil de Turgua, lo urgente terminó prelando sobre lo necesario. Junto con un grupo de voluntarios, entre los que se encuentran estudiantes y profesores de medicina y odontología de la UCV y miembros de Primeros Auxilios de la USM, la fundación hace viajes semanales al pueblo de Turgua en los que se realizan jornadas de despistaje de enfermedades, tratamiento de niños enfermos y seguimiento de casos que necesitan atenderse en hospitales públicos debido a su gravedad.
“Me ha tocado perder a muchos niños de nuestra fundación por cosas por las que no se deberían estar muriendo hoy en día. Para mí la parasitosis intestinal no es un motivo que debería conllevar a la muerte de un niño. Es una de las enfermedades más fáciles de curar, algo que tiene solución. pero aquí no hay medicinas”. Antonella reconoce, con la voz entrecortada, que le ha tocado vivir situaciones muy duras. La manera profunda y personal de relacionarse con cada uno de los miembros de la comunidad que buscan su ayuda hace muy doloroso sentir que lo que hace no es suficiente. Debido a la situación del país, la ayuda que recibe de venezolanos en el país y en el extranjero se ha reducido considerablemente. La red de ayuda se ha hecho más pequeña. “Si antes recibíamos contenedores repletos de donaciones, ahora es cada vez menos. A las personas se les hace mucho más difícil donarnos así sea un kilo de pasta”
A pesar de la difícil situación del país, Antonella quiere seguir trabajando por Venezuela. Anhela ocupar en el futuro próximo un cargo en algún organismo internacional desde donde seguir ayudando a más personas. Prevé que cuando venga una transición política, el país necesitará de internacionalistas que ayuden a transitar un duro camino de reconstrucción para que la sociedad sufra lo menos posible.
“Esto es lo que me mueve, esto es lo que me gusta, este es mi país. Yo lo voy a defender hasta donde pueda”.
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